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- II Desafío Balmori/Resquilones – 28 de junio de 2015
martes, 30 de junio de 2015
¿Locura? ¿Flipación absoluta? ¿Sirocco? Un poco de todo esto tiene, pero la realidad viene en el propio nombre de la Carrera (con mayúsculas) … “DESAFÍO”
Con la consecución del kilómetro 32 se cierra el primer ciclo de muchos que decidimos crear junto al entrenador Marcos Peón que empezó con la Media Maratón de Gijón donde nos quedamos a 2 minutos largos del objetivo, que siguió con un aceptable Trail Cuarto la Riera y que continuó en Nava con unas sensaciones buenísimas para encarar esta prueba.
Cuando uno se plantea traspasar la línea del dígito kilométrico decenal del 2 al 3 el reto se engrandece a dimensiones insospechadas hasta que no estás dentro del “fragor de la batalla” y por supuesto a un terreno nunca pisado y en consecuencia, no imaginado no te das cuenta de a lo que te enfrentas.
Así pues y tras sopesar la posibilidad de la carrera de 12 kilómetros como algo lógico y mesurado propusimos la otra. La respuesta fue tajante… “SÍ”, “Aullaremos juntos a la Luna”. Hala, venga, al tema, con un miedo de la hostia, con un respeto más o menos similar y por supuesto, con un par de cojones, unas ganas y una ilusión inimaginables.
Recuerdo ir con Chus y Cefe a hacer la mitad del Trail de Gijón echando 3 horas por el monte impregnándome de positividad al lado de estos dos elementos y esa extraña facilidad de Cefe de verlo todo accesible y fácil que a mí, por lo menos, me encanta y me llena aunque a veces den ganas de mandarle a la mierda. Entrenamientos con Isma, yendo de nuestro barrio a la Providencia y volver en un sábado por la mañana echando 2 horas sin preocuparnos por gps, desniveles y demás disfrutando del entrenamiento y conversación donde se van edificando las verdaderas amistades… la subida al Sol y a La Ñora (y otras tantas) con Campomanes, las tiradas por el Fluvial con David, con Sergi, con Luis, con Rubén, con Checa haciendo equipo y recibiendo mensajes de ánimo. El talento de Tony y de Cristóbal, un escalón por encima de nosotros en tiempos y en entrenamientos pero a nuestro nivel en cuanto a compañerismo y ánimos y por supuesto, los gemelos… otro ejemplo a seguir en cuanto a colegueo y positividad. Y el Gurriato… ese, bueno, es caso aparte… siempre ahí, con su aliento y su apoyo. Ah! Y no me olvido de Merino, por supuesto. Un grande. En definitiva, el equipín… el grupo de gente que me apoya y que confió en mí desde hace un año y al que le debo gran parte de la medalla de finisher de los 32 kilómetros.
Vamos al tema que una treintena de kilómetros y su propina dan para mucho.
El jueves llega el primer contratiempo y es que no tengo transporte, así que gracias a Vanesa del “Corre con ellas” logro un hueco en el coche que me lleve hasta Balmori y así poder comparecer en la carrera. La noche del sábado dejo todo absolutamente y concienzudamente preparado para no olvidarme de nada.
La previsión metereológica falla, en este caso a nuestro favor ya que no hace sol y la temperatura es agradable. Dorsal, guardarropa y a estirar que no hay tiempo. Delante de ti tienes el Alto de los Resquilones, más que delante, encima. Es el punto al que más alto hay que subir y es el Kilómetro 10 de la carrera.
Vamos a la carrera:
Siguiendo los consejos de los “sabios” y del entrenador, la táctica era dividir el recorrido en 3 partes bien diferenciadas, y dentro de ellas una nueva subdivisión.
PARTE 1.- La subida a Los Resquilones. Consistía en tirar muy suave hasta el kilómetro 5 más o menos. Ese terreno, mezcla de zahorra y arena de playa era para hacerlo suave y tendido, cogiendo una buena “rueda” y no desgastarse ni lo más mínimo… salió como se tenía previsto… conversación con una chica de la A.D. Moal y un veterano curtido en mil batallas venido desde Santander que no paraba de arengarnos con “Despacio, despacio, que queda mucho”.
La segunda parte es la parte crítica de la carrera. La subida a La Tornería. 3 kilómetros interminables con un desnivel que roza el 12% con un asfalto que merma las piernas y la moral de más de uno que pidió ayuda por haberse “matado” en la anterior subida. Demoledor, las piernas tiran, el corazón tira y la mente empieza a desgastarse porque el serpenteo hace que veas un montón de gente por delante de ti. Diez pasos corriendo, veinte caminando… Ahora corremos hasta ese punto, venga dos pasos más, venga 10 más… así hasta Los Resquilones. Entramos en la parte guapa, el “trail”, una subida tendida de 2 kilómetros muy corrible pero que la mente te pide tranquilidad. En ese punto se ve a la gente que retrocede de bajada y te anima. Aquí llega una de las anécdotas del día ya que una oveja se pone a mi lado a balar como indicándome el camino, al ver que llevo otro, vuelve sobre sus pasos a balarme más fuerte… increíble. Coronamos Resquilones … 1 hora, 12 minutos. ¡Pse!
PARTE 2.- Resquilones – Meré. La bajada. Nos queda por delante una Media Maratón. Un rebaño de vacas cruza el trazado de la carrera y me quedan unos 50 metros para pasar por ese punto 2 vacunos se quedan rezagados y me miran con avidez. En ese momento no sé si mi camiseta roja sirve de señuelo pero una de ellas hace ademán con la pezuña. Pego dos voces de “Gol en Las Gaunas” y parece que se apartan… continúo.
Aquí empezamos a bajar, qué relax, como van las piernas, es una auténtica delicia porque parece que bajas solo. Kilómetros a 5:05, a 5 exactos, incluso uno a 4 largos. En este momento aparece una situación que nunca se me había dado en carrera. El tedio, el más absoluto de los aburrimientos. Estoy solo, completamente solo. No veo a nadie por detrás ni mucho menos por delante. Es correr, bajar una carretera de asfalto mezclado con algo de gravilla que no hace más que minarte la moral en busca del siguiente dígito kilométrico. Es curioso, pero las tres últimas comparecencias en competición las he hecho solo, ni un solo compañero del equipo ha tenido a bien inscribirse y eso, queráis que no, se nota. Se echa en falta un Campomanes alentando, un Isma animando o un Cefe… bueno, ejem, un Cefe… a secas.
Llegamos al avituallamiento del 22 en Meré y finalizamos la Parte 2 en 2 horas 31 minutos.
PARTE 3.- Meré – Balmori. Es quizás la parte más dura de la carrera aunque parezca mentira. Ya es solo cuestión de cabeza. ¿Piernas? “Aquí estamos, no nos jodas mucho más que paramos, eh” ¿Corazón? “Bien, bien, bombeando” ¿Rodillas? “¿Es a nosotras? Nosotras aquí estamos, no sé lo que te duraremos, eh” ¿Tiempo? “No me jodas eh, que te queda hora y media pa 10 kilómetros”.
Es la Carretera General que lleva a Posada de Llanes, con sus marcas kilométricas la que te va marcando el camino. Increíble, aparece la gente. Paso a un compañero cojeando sensiblemente, tiene un tirón que le impide correr pero sigue caminando intentando sortear el corte de 4 horas, se ve jodido pero sigue. Adelanto a otro corredor que simplemente “no puede más” Y en el 24 me junto al que sería mi compañero hasta casi el final de la carrera. Un mierense que vive en Gijón y que se llama Jose. Vamos hablando de todo un poco, alternando carrera con caminata. Estamos en el 27 y ya se pasa absolutamente de todo, lo mismo da caminar que correr que gatear que saltar que hablar que mirar pal paisaje.
En el 28 nos bifurcan hasta un terreno de gravilla propio del trail e incomprensiblemente empiezo a recobrar fuerzas que me ponen a correr. De tiempo vamos sobradísimos y la cabeza empieza a pensar en la meta. Qué bien hemos planteado la prueba, joder. En este tramo de la carrera hay gente animando pero con el gps un poco “revirao”, uno te dice 4, al poco otro te dice 2, más allá 3… en fin, corre, corre que llegas. Dejo a Jose, le queda fuelle pero decide mantener. Yo empiezo a correr. No es un “Is” al uso porque falta un montón a meta pero se le parece.
Llega un momento de la competición donde las emociones afloran en la cabeza. Esto es un reto, un desafío. Algo para lo que me he preparado durante 3 meses y que lo tengo a pocos minutos, acariciándolo con la yema de los dedos. En el kilómetro 31 y después de ganar la Carrera “Pequeña” de 12 kilómetros aparece Marcos Peón que ha venido “a buscarme”. Se pone a rodar conmigo el último kilómetro. Imagino que es su particular homenaje, su demostración de orgullo ante una preparación que ha dado sus frutos. Quedan 300 metros. Es la recta del pueblo. La hago como el recorrido del goleador en el último minuto pegando voces. Lo conseguí “FINISHER”
Entro en meta en 3:42:20 orgulloso y cansado. Está mi hijo y mi mujer esperando. Es una situación indescriptible. La prueba la ganó Ismail Razga, un magrebí en pleno ramadán que empleó un par de horas y 2 minutos y una italiana de nombre Giulia Botti con 2:31. A su vez se disputó una Carrera de 12 Kms. (Mini-Desafío) que venció Marcos Peón con 44:06 y la llanisca Lucía Suárez que echó casi 59 minutos.
Varias reflexiones:
1º.- Si yo pude completar esta carrera de 32 kilómetros, cualquiera puede hacerlo.
2º.- Deportivamente hablando, el desempeño es paupérrimo. Unos tiempos y una posición en carrera malísima en relación al resto de participantes. Hay kilómetros en los que eché 9 minutos, 10 incluso. Repito, deportivamente es algo inadmisible y si me apuráis, habrá alguno que piense que eso no es correr, sino caminar. El talento no se copia y por mucha Técnica de Carrera que se haga, en este tipo de pruebas, para una persona que hace un año y medio rondaba los 100 kilos y los 6:30 el km. Sinceramente, a día de hoy, no veo el sitio, ni el lugar para recortar.
3º.- Cada vez tengo más claro que hay que tener un entrenador personal que guíe tus pasos, asesore, anime y por supuesto, un equipo de gente, en este apartado me váis a permitir que incluya a los Runmarc y al Sporting de Jeringas que apoyan constantemente. Sin Marcos Peón y los Xixon Runners esto no hubiera sido posible. Si pudiera transmitiros mínimamente lo que me fui acordando de todos vosotros durante las casi 4 horas que estuve corriendo no sabría, no se puede decir con palabras.
Texto: Toni Berges
Fotos: © Pedro Pablo Heres